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La huertoterapia como esfuerzo recompensado


El contacto con la tierra nos aporta muchos beneficios físicos y psíquicos. La observación, el contacto directo y la relación con la tierra y la naturaleza son las mejores fuentes de salud y bienestar que existen. Hasta tal punto resulta beneficioso ese contacto que podemos llamarlo “huertoterapia”. Todo esfuerzo dedicado a la tierra tiene su recompensa, ya que es una de las mejores escuelas de vida que tenemos a nuestra entera disposición. Con el cultivo de la tierra aprendemos, por ejemplo, que en el día a día cosechamos aquello que sembramos. Además, al cultivar un huerto con nuestras manos estamos satisfaciendo tanto las necesidades del cuerpo como las de la mente. Trabajar la tierra nos hace más sensibles a la vida y despierta los muchos potenciales internos de cada uno de nosotros. Nos enfrenta a retos y dificultades y nos agasaja con los resultados de la constante labor, entre altruista e interesada. Por otra parte, en el contacto directo con la tierra y la vida que sobre ella prospera, adquirimos y desarrollamos aspectos tan importantes en la vida cotidiana como la paciencia, la humildad, el esfuerzo perseverante y la satisfacción de comer aquello que sembraste o plantaste con tus propias manos. Cada instante que pasamos en el huerto, observamos cómo la vida desfila y se sucede ante nuestra atenta mirada. Día a día, el huerto o el jardín nos regalan un esplendor de hortalizas, frutos, flores, sabores, colores, además de la oportunidad de realizar tareas creativas. En él experimentamos y descubrimos nuevas cosas, hacemos sano ejercicio, recogemos alimentos saludables, respiramos aire fresco, percibimos con nitidez el paso de las estaciones… En pocas palabras, disfrutamos plenamente de la vida. Y es que, a menudo, las cosas más simples son las más gratificantes, por lo que el huerto se convierte en una grata oportunidad de realización, de expresión de los múltiples potenciales personales y de constante aprendizaje. Aunque de hecho, el verdadero aprendizaje surge como resultado de la práctica cotidiana y supone ir acumulando experiencia a través de continuas pruebas y ensayos, con sus inevitables errores y sus gratificantes aciertos. Exactamente como sucede en la vida. Cultivar la variedad El huerto ecológico permite como ningún otro el desarrollo de la creatividad, ya que una de las premisas básicas de la agricultura ecológica es procurar crear espacios de cultivo con la máxima biodiversidad posible. Cuantas más especies diferentes de plantas compartan un espacio, más se favorecen los equilibrios biológicos que propician la salud de la tierra y de las plantas, al tiempo que facilitando la presencia de microorganismos del suelo y de insectos auxiliares que evitan el desarrollo de parásitos, plagas y distintos tipos de enfermedades. La tierra nos conecta con el pulso vital de la naturaleza, de la cual somos parte integrante y con la que necesitamos reconectarnos para mantener un mínimo de equilibrio físico, mental, emocional y, también, espiritual. Posiblemente, el tiempo que dediquemos al cultivo y cuidado de las plantas y a disfrutar de los espacios llenos de vida, de verdor y de colores variados nos aporta más beneficios psíquicos y físicos, que la visita semanal a la consulta del psicólogo o la hora diaria de gimnasio.

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